El fracaso contra el fracaso

La reducción de las elevadas tasas de fracaso escolar supone uno de los mayores retos del sistema educativo español. En la actualidad este debate gira alrededor del abandono escolar prematuro, es decir, la proporción de alumnos que deja el sistema educativo sin graduarse en educación secundaria superior. Este fenómeno se configura como uno de los objetivos fijados en la Estrategia UE-2020.

El fracaso escolar, entendido como el porcentaje de alumnos que abandona el sistema educativo sin haber concluido el nivel de ESO, cuestiona tanto la eficiencia interna (rendimiento del alumnado) y externa (problemas de los alumnos que fracasan para insertarse en el mercado laboral y en la sociedad), como la equidad del sistema educativo, ya que dificulta el paso de la igualdad formal de oportunidades en el acceso a la educación a la garantía de conceptos más amplios de igualdad de oportunidades educativas.

Tasa bruta de graduación en ESO

La evolución seguida por las tasas de fracaso escolar durante la década de 2000 y principios de la de 2010 sugiere una relación inversa entre aquéllas y la situación económica y la facilidad de inserción en el mercado laboral de los trabajadores con reducidos niveles de cualificación. Sin embargo, y a pesar de la reducción reciente de las tasas de fracaso escolar, éstas siguen situándose, en España, muy por encima de lo observado para el resto de países desarrollados.

Resulta por tanto imprescindible, de cara a diseñar políticas efectivas, conocer los factores que determinan que el alumno no complete la escolarización obligatoria. Estos factores pertenecen tanto al ámbito personal, como a otros más amplios de interrelación del alumno con su entorno, como el hogar o el centro educativo. Así, la evidencia empírica muestra que algunos de los principales factores que aumentan el riesgo de fracaso escolar son ser chico, haber repetido curso (especialmente en Primaria) o no haber cursado Educación Infantil. En el nivel de hogar y familiar, la categoría socioprofesional, origen y actividad de los padres, así como los recursos educativos materiales disponibles en el hogar, afectan a la probabilidad de acabar la ESO. En cuanto a los centros, destaca la relevancia de las características de las familias del alumnado con los que comparte su jornada el alumno y el hecho de que, una vez se controlan las diferencias socioeconómicas entre centros (es decir, el tipo de alumno matriculado en ese centro), no se observan diferencias entre los centros públicos y privados. La expresión “fracaso escolar” resulta, por tanto, equívoca, en el sentido de intervenir no sólo factores relacionados con la escuela, sino también con el hogar, el individuo o la situación económica del país. Desde esta perspectiva, el fracaso escolar constituye un fracaso social.

Estos resultados parecen indicar la necesidad de repensar algunas políticas aplicadas hasta el momento, como la repetición de curso, y avanzar hacia soluciones basadas en la intervención temprana y la individualización del tratamiento al alumnado. Todo ello, compaginado con el mantenimiento y profundización de las políticas destinadas a garantizar la equidad del sistema.

Este texto hace referencia al artículo: Determinantes del riesgo de fracaso escolar en España en PISA-2009 y propuestas de reforma, publicado en el número 362 de la Revista de Educación.

Álvaro Choi y Jorge Calero. Universidad de Barcelona (UB)

Ilustración: Francisco Javier Martínez Adrados. Banco de imágenes del INTEF.