Matricularse en la universidad ¿una inversión rentable?

Desde hace muchos años se sabe que la educación superior muestra una rentabilidad extremadamente alta. La diferencia de ingresos media entre una persona con un título universitario y una con educación secundaria, en relación a su coste, es tan grande que es muy sorprendente que no haya más gente que lleve a cabo esa inversión. ¿Cómo es posible que las matriculaciones y la inversión en educación superior no aumenten a pesar de las diferencias de ingresos en base al nivel de estudios?

Para explicarlo, tradicionalmente, se ha recurrido a la existencia de restricciones  que impedirían a determinados alumnos  invertir en capital educación pese a que su rendimiento esperado sea muy elevado. No obstante, esa explicación no es totalmente satisfactoria porque aun controlando por esa variable las tasas de matriculación no responden lo suficiente a la variación en el diferencial de ingresos. Kartik Athreya, en “The Education Risk Premium”[1], sugiere otra respuesta: la rentabilidad aparente de la inversión en capital humano no es tan alta una vez que se tienen en cuenta la posibilidad de no completar los estudios, la aversión al riesgo de los estudiantes, su heterogeneidad y algunas características de la inversión como su irreversibilidad. En concreto, plantean un modelo en el  que la inversión en educación universitaria no proporciona rendimientos desde que se inician los estudios, sino que requiere de una inversión inicial que no reportará retornos en la  renta futura. Este supuesto podría interpretarse como una inversión previa imprescindible pero que no tiene valor en sí misma y que además es irreversible: pensemos en un alumno que hubiera estudiado solo los tres primeros años de medicina. Además, los rendimientos del capital humano son variables, y dependen de las características de los alumnos. Asimismo, los alumnos tienen aversión al riesgo.

Sobre estos supuestos,  Athretya y Eberly construyen un modelo que es capaz de explicar la prima de riesgo de la educación en ausencia de restricciones crediticias. Más aun, en su modelo la inversión en educación es tan baja que solo la existencia de créditos y subvenciones a la educación del orden de las existentes en Estados Unidos es capaz de explicar las tasas de matriculación reales.

En definitiva, en el modelo de Athreya y Eberly la rentabilidad de la inversión en educación superior no es tan alta cuando se tienen en cuenta la probabilidad de no graduarse. Ante esa eventualidad, la inversión en educación superior podría no ser tan rentable para buena parte de  la población  dado que los años y el dinero invertidos, y las oportunidades perdidas en el mercado de trabajo, constituyen una inversión muy arriesgada si la probabilidad de completar los estudios o la riqueza previa del estudiante son lo suficientemente bajas.  Esta conclusión sugiere que las pruebas previas al inicio de los estudios universitarios, que den al alumno información realista sobre sus probabilidades de éxito en la carrera, pueden tener un efecto positivo sobre los niveles matriculación y la inversión en capital humano al reducir la incertidumbre sobre la misma.

Si te interesa este tema, puedes ampliar la información en el boletín 26 de educainee, donde se analizan, entre otros aspectos, la relación entre educación, nivel de competencias y salarios.

[1] Athreya, Kartik y  Eberly, Janice. Julio 2010

 Israel Arroyo Martínez: Subdirector General de Presupuestos, Estudios Económicos y Estadísticas en la Tesorería General de la Seguridad Social

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Fuente imagen de cabecera: cuenta de Flikr de etsinf.