CONTABILIDAD DEL DESARROLLO: EVIDENCIA DE PIAAC

 

Una de las cuestiones más interesantes que se plantean en economía es entender por qué las diferencias de renta entre países pobres y ricos son tan grandes. Una primera aproximación a esta pregunta se responde con un simple ejercicio de contabilidad del desarrollo. Para producir en un país se necesita capital físico, capital humano y tecnología, también llamada productividad total de los factores (PTF). Esta PTF sería algo así como la (mejor) receta para mezclar capital físico y humano. Intuitivamente, la contabilidad del desarrollo nos dice qué parte de las diferencias de renta entre países se puede explicar por la acumulación de capital físico y humano y qué parte viene explicada por la tecnología. El problema al que nos enfrentamos los economistas es la dificultad para determinar la importancia del capital humano versus la tecnología,  puesto que ambos son factores difíciles de medir, especialmente la tecnología. Sin embargo, la reciente disponibilidad de los datos de PIAAC (Programme for the International Assessment of Adult Competencies), de la OCDE, permite medir con más precisión el capital humano de un país.

El objetivo de nuestro trabajo es medir el capital humano de un país con los datos de PIAAC y contabilizar su importancia para explicar diferencias de renta entre países. Los datos PIAAC son muy interesantes en este sentido pues: 1) son representativos a nivel de país; 2) son datos armonizados, lo que asegura la comparabilidad entre países; 3) permiten medir el capital humano utilizando varias dimensiones (habilidades cognitivas, años de experiencia laboral, estado de salud, cursos de formación) y no únicamente los años de escolaridad de la población de un país; y 4) incluyen datos de salarios. Esto último es fundamental para poder estimar los parámetros de la función de producción y, por tanto, ponderar la importancia de cada dimensión del capital humano en la misma. Esta ponderación se obtiene por medio de regresiones salariales de tipo Mincer, en las que incluimos cada una de nuestras medidas de capital humano.

Obtener esta estimación del capital humano es significativo, pues la literatura de contabilidad del desarrollo no es concluyente sobre cuál es la importancia del capital humano versus la PTF para explicar las diferencias de renta.[1] Hay trabajos que muestran que el capital humano no es apenas importante, pues tan sólo explica un 20% de las diferencias de renta (Hall y Jones 1999). Otros, en cambio, obtienen en sus análisis que las diferencias de capital humano explican un 80% del desequilibrio (Manuelli y Sheshadri, 2014; Jones, 2014). ¿A qué se deben estos resultados tan dispares? Básicamente, a dos motivos: el tipo de función de producción asumida, y  qué dimensiones del capital humano se han considerado para medir el stock de capital humano de un país. Hall y Jones (1999) consideran sólo los años educativos, mientras que Manuelli y Sheshadri (2014) incluyen además formación continua (on-the-job training). Por otro lado, los trabajos que concluyen que el capital humano importa más, se basan en modelos teóricos que luego testan mediante la calibración.

PIAAC en este sentido nos ayuda a resolver el dilema sobre la importancia del capital humano, así como de cada una de sus dimensiones,  de una forma muy directa: vayamos a los datos y midamos el stock de capital humano de la población potencialmente en edad de trabajar de un país (25 a 65 años). ¿Cómo lo hacemos? Corremos regresiones de tipo Mincer con los datos PIAAC  de los Estados Unidos para saber cómo cada dimensión del capital humano se asocia con incrementos salariales. Luego, calculamos el capital humano de los países incluidos en PIAAC[2], utilizando los años de educación y, además, otros aspectos cualitativos como son las habilidades cognitivas de cada persona. Esto es crucial, pues estudios anteriores utilizaban como habilidades cognitivas los datos de PISA, que solo se miden en la población estudiantil. Y un problema es que esas habilidades se pueden amplificar o depreciar a lo largo de la vida adulta, además de que una persona puede formarse en un país pero trabajar en otro. Por ello, nuestra medida de capital humano no solo incluye años de educación y habilidades cognitivas, sino también: experiencia laboral, pues el capital humano también se adquiere por el simple hecho de estar trabajando; formación en el trabajo, pues el capital humano también se adquiere a través de cursos de formación específica o de formación general; y salud, pues estudios recientes demuestran que el nivel de salud y la productividad están íntimamente relacionados. Por último, para calcular el stock de capital humano de un país ponderamos cada una de las  dimensiones del capital humano con los coeficientes estimados de la ecuación de Mincer de la primera etapa.

¿Qué enseña nuestro trabajo? Si medimos el capital humano únicamente con los años de educación de la población, esta variable junto con el capital físico solo explican un 27% de las diferencias de renta entre países. Sin embargo, cuando medimos el capital humano de forma más amplia, el capital físico y humano explican el 42% de las diferencias de renta. Y este número es aún mayor cuando asumimos que individuos con un nivel alto y bajo de educación formal no son sustitutos perfectos. [3] Esto implica asumir que la forma funcional de la función de producción no es tipo Cobb-Douglas, tal y como también hace Jones (2014). En nuestro trabajo hacemos varios comprobaciones para asegurarnos que nuestros resultados son robustos. En este link se pueden ver en detalle los resultados: https://link.springer.com/article/10.1007/s13209-017-0162-0

La implicación de la política económica es clara: si un país quiere aumentar su PIB per cápita deberá invertir en acumular capital humano en su población. Es decir, invertir en mejorar habilidades cognitivas, salud y formación continua. Aunque  en el pasado se le ha dado mucha importancia a la inversión en tecnología, sin una población con un nivel de capital humano elevado, con flexibilidad para adaptarse a las nuevas formas de producción, de poco servirá la inversión en tecnología. Capital humano y PTF van unidas de la mano.

 

[1] Sí es concluyente sobre el rol que toma el capital físico y, de hecho, no es muy importante: explica solo en torno al 20-25% de las diferencias de renta. Nuestros resultados concluyen que el capital físico explica el 27%.

[2] Consideramos 30 países de los 33 encuestados. Excluimos Australia ya que su datos no están disponibles de forma gratuita, y Rusia e Indonesia porque sus datos no son representativos a nivel nacional. Rusia no incluyó Moscú, e Indonesia sólo encuestó a individuos de Yakarta.

[3] Definimos a los individuos con un nivel alto de capital humano si tienen educación secundaria o más, y con un nivel bajo al resto. Esto implica asumir que la forma funcional de la función de producción no es del tipo Cobb-Douglas, tal y como también hace Jones (2014).

Ana Hidalgo-Cabrillana

Zoë Kuehn

Cristina Lopez-Mayan

 

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